Inevitablemente tengo que odiarlo. Lo culpo de mi soledad, de mi miedo a las personas, de mi desconfianza en general, de mi despecho. Lo conozco, sé que no va a ser feliz con nadie porque ni siquiera es feliz consigo mismo. Entiendo que lo único peor que sentir dolor es no sentir absolutamente nada. Me deja pensando, odiando, amando. Aprendí a maldecirme porque sé que estás enfermo, y a odiarme porque me encanta que lo estés; ¿Cómo se puede amar y odiar a alguien al mismo tiempo? Así es mi amor: atemporal. Por momentos olvido el presente cuando él es un tipo despreciable y solo puedo recordar cómo era, cómo me trataba, cómo me quería. Mezclo personalidades, momentos, tiempos y así mi amor se
vuelve atemporal: sin poder distinguir lo que fue y dejó de ser, de lo que nunca será.
vuelve atemporal: sin poder distinguir lo que fue y dejó de ser, de lo que nunca será.
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